Acerca de apologías inmerecidas
Imagen tomada de la revista Excelencias
Siempre miro con recelo las publicaciones de carácter promocional. No obstante, recibo con agrado cada ejemplar de Excelencias gourmet que llega a mis manos. Si bien hay elementos de la revista con los que difiero, la valoro porque en ella publican algunos profesionales a los que respeto mucho y presentan artículos de interés, sobre todo en materia de buenos vinos, habanos y su maridaje con cordiales y demás, temáticas que me resultan sugestivas, a pesar de no ser ni mucho menos un especialista en estas lides. Lo escaso de estos tipos de publicaciones en Cuba convierten a la susodicha revista en una de las más leídas y quizás la primera referencia de los gastrónomos, gourmets y chefs en nuestro país.
Sin embargo, dejando a un lado informaciones actualizadas y buenos artículos, hay páginas dedicadas por entero a promocionar restaurantes de todo tipo, y de un tiempo a esta parte, privados en su mayoría. Me inquieta un poco que, acompañando párrafos interesantes que escriben buenos especialistas, algunos de los cuales tengo el privilegio de conocer, aparecen al voltear la hoja palabras de encomio para lugares de dudoso prestigio y de pésima comida. El ejemplo más fehaciente son las dos páginas dedicadas a los sitios de la empresa Restaurantes de la Habana, donde las fotografías nos ilustran de lo desastroso de la gastronomía en estos espacios. Ojalá fuese este un ejemplo aislado, pero por desgracia pululan en dicha revista anuncios de lugares que presumen de excelencia y carecen de cualquier refinamiento, bastando sólo las lastimosas fotografías que los acompañan para darse cuenta de las limitaciones de quienes elaboran comida en esos sitios.
El caso del restaurante Kike-Kcho es quizás el más representativo de esta práctica. El lugar se autoproclama como “El más exclusivo gourmet de Cuba”, aunque la presentación de la comida allí servida emula en mal gusto con los abalorios de cualquier bisutería de mala muerte. A estas alturas un individuo llamado Juan de Dios abarrota fuentes con langostas y camarones enteros decorando con rodajas de toronja y guarneciendo con macarrones, sobrecargando platos de alimentos y usando lechuga fresca como lecho decorativo, en pozuelos de barro para platos calientes. Mala manipulación de los alimentos, contaminación cruzada, ignorancia de las tendencias culinarias modernas y una lamentable falta de arte para presentar sus platos, saltan a la vista al echar una ojeada de piadosa conmiseración a las barbaridades de las que hace gala el responsable de la cocina del sitio. Reza el escrito del lugar que el susodicho ostenta la categoría de chef internacional y… francamente, es una lástima. En un balneario como Varadero, con un mobiliario sui-géneris e interesantes elementos decorativos, lo que podría ser un respetable restaurante queda en las buenas intenciones. Hace falta un poco más que las banquetas de remos de Alexis Leyva y su barra-bote para presumir de mejor gourmet de ninguna parte.
Es lógico y justo que cualquier comercio tenga la oportunidad de promocionar su proyecto, pero me parece que la revista Excelencias gourmet debería comprobar la verdadera calidad de lo que dicen sus páginas, so pena de perder credibilidad y que no la tomen en serio si llena sus entregas con propagandas favorables de pésimos productos. Para los restauradores la palabra gourmet es algo sagrado y respetado, Y para cualquiera que conozca un poco de este negocio, solo las imágenes que nos ofrecen de buena parte de los restaurantes incluidos en cada número, sirven para darnos cuenta de lo falso y engañoso de lo que a menudo ahí se dice. ¿Seguirá validando esta revista la mediocridad priorizando los ingresos al concepto de “excelencia” que anuncia en su portada?